Si de los cinco sentidos que Dios le dio al ser humano (vista, olfato, oído, gusto y tacto), solo usaras uno, ¿cómo sería tu vida?
Sólo hay que observar a una persona que vive sin uno para saber la respuesta. Ciertamente, tienen que trabajar mucho más con sus otros sentidos para suplir el que les falta.
¿Pero sabías que Dios también nos dio un sentido extra que no depende de otros y que la mayoría de la gente no lo usa en su vida diaria? Así es, ¡este sexto sentido se llama “fe”!
La verdadera fe no necesita ver para creer. De hecho, da existencia a lo que aún no existe.
“Pero mientras ellos navegaban, Él se durmió; y una violenta tempestad descendió sobre el lago, y comenzaron a anegarse y corrían peligro. Y llegándose a Él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y Él, levantándose, reprendió al viento y a las olas embravecidas, y cesaron y sobrevino la calma. Y Él les dijo: ¿Dónde está vuestra fe?” (Lucas 8:23-25)
El Señor Jesús les preguntaba dónde estaba este sexto sentido. Era algo que Dios les había dado.
La fe nos fue dada para esos momentos en los que todo va mal, cuando las fuerzas y los recursos humanos son incapaces de resolver la situación.
Prestad atención, vosotros que estáis en una barca en medio de una tormenta. En lugar de desesperarse, ¿por qué no usáis vuestra fe?
Jesús nos enseñó, con el ejemplo, que la fe está por encima de la naturaleza. Por eso todo es posible para quien cree.
La fe nos sostiene. Es el sentido que utilizamos en los momentos difíciles. Entonces, ignoramos lo que vemos, lo que sentimos y nos aferramos a la Palabra de Dios.
Jesús te pregunta hoy, al igual que lo hizo hace muchos años a sus discípulos: “¿Dónde está tu fe?”
Saca tu fe del cajón, quítale el polvo y úsala. ¡Te sorprenderán los resultados!
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