“…Entonces Aarón presentará a los levitas delante del Señor, como ofrenda mecida de los hijos de Israel, para que ellos puedan cumplir el ministerio del Señor.” Números 8:11
“Así separarás a los levitas de entre los hijos de Israel, y los levitas serán míos.” Números 8:14
Dios tuvo el cuidado de elegir a toda una tribu de Israel, los levitas, para estar completamente separados de todos los demás y dedicarse al servicio de Dios. Esas personas se convirtieron en una ofrenda real al Dios viviente.
Al igual que los levitas, en el momento en que somos llamados por Dios para servirle empezamos a invertir todo nuestro tiempo, esfuerzo y dedicación en saber agradarle y servirle mejor. Es natural que cuando una persona recibe este llamado, pierda interés en los esfuerzos y logros personales y comience a pensar en una sola cosa: “¿Cómo puedo llevar a otros a mi Señor?”
Por eso los Levitas tenían una sola responsabilidad: Servir al Altísimo. Incluso abdicaron de la posibilidad de una porción de la Tierra Prometida, porque su recompensa por servir a Dios era mayor que cualquier cosa que sus ojos pudieran ver o sus manos pudieran tocar.
Hoy no es diferente. No hay mayor privilegio que servir al Señor Jesús, pero para que Él nos use, tenemos que estar completamente disponibles para Él como lo hicieron los levitas. No dividieron su tiempo entre el Tabernáculo y los esfuerzos personales. El cien por ciento de su tiempo y esfuerzo estaba en buscar lo que Dios quería de ellos y luego ponerlo en práctica.
“Recuerden lo que dijo el apóstol Pablo: Ningún soldado en servicio activo se enreda en los negocios de la vida diaria, a fin de poder agradar al que lo reclutó como soldado.” 2 Timoteo 2:4
Los siervos del Dios viviente son como soldados. Al igual que la mente de un soldado está completamente comprometida con la misión en cuestión, centrándose en la supervivencia, lo mismo ocurre con nosotros. Pero nuestro enfoque, nuestra supervivencia es nuestra SALVACIÓN. Sirva a Dios, y sobre todo guarde su salvación.
“Vengo pronto; retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona.” Apocalipsis 3:11
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