gloria de Dios, hombre de Dios, todas las semanas,
¿Cómo podía estar cuestionándome lo que el hombre de Dios me había pedido?
¿Por qué llegamos a cometer errores, cosas que hace tiempo aprendimos a superar? Y ahora, ¿qué pasó para que nos olvidáramos de todo aquello que con lágrimas sembramos y con júbilo cosechamos?
Es una plaga que nos coge por sorpresa, debido a la ausencia de una cosa.
Viajé prácticamente todas las semanas, yendo a visitar iglesias en otros países y regiones. Estaba constantemente corriendo detrás del tiempo. Entonces, cuando llegaba de viaje, intentaba recuperar el trabajo, sin darme ningún respiro para poner en orden todas mis responsabilidades.
Y así, acababa diciendo que la próxima semana haría el programa. Cuando noté que estaba siempre atareada, comencé a ir al programa una vez por semana, un día menos de lo que yo había determinado.
Nuevas situaciones e imprevistos siempre están a la vuelta de la esquina. Y entonces, aquella ansiedad… de querer dejar todo en orden, comenzó a atacarme de pleno.
Empecé a tener problemas con la gente cercana, y esto me afectaba, pues yo sé que no era normal estar así.
Fui notando… un desvío de la fe inteligente a la fe emocional.
Y percibí que, aún cuando iba a la televisión, no iba con todo mi ser, sino para cumplir lo que me fue pedido.
Mis reacciones eran muy dramáticas. Esperaba la hora de entrar, y ya casi terminando el programa, mi esposo me daba un espacio para hablar.
Salía más insatisfecha aún, pues no hablaba lo que realmente quería decir.
¡Qué triste! Esto aumentaba más el motivo por el que había decidido ir apenas 2 veces por semana. ¿Había sacrificado, me había levantado a las 5:30 de la mañana, para apenas decir algo que no me satisfacia?
En el viaje como misionera que hice, aproveché e intenté deshacerne de la duda, pero no salió con facilidad. Había una tristeza tan grande, que aunque oía las palabras de fe estaba desorientada.
Pero las palabras dirigidas a mí, de aquel hombre de Dios, mi padre, fueron guardadas.
Él fue directo al punto y me dijo: ¡La duda no es de Dios!
No fue en la emoción cómo yo recibí esa palabra. Fueron como un eco.
Volviendo a mi país de origen, fui meditando. Y leí la Palabra de Dios, que seguia haciendo eco.
Respondió Jesús: ¿No te dije yo que, si creyeras, verás la gloria de Dios?
Esta palabra fue resonando. Y reflexioné acerca de todo, y pude ver que tenía todo que ver conmigo. Pero no estaba necesariamente claro.
Tenía conciencia de que no estaba creyendo, y que tenía dudas. Pero, ¿cómo dejar esa duda?
Llegamos el viernes, y siempre tenemos vigilia. Y en este día, tenía más ganas de lo normal de ir a la iglesia. Algo dentro de mí estaba necesitando ir. Fui, y allí descubrí el secreto.
Espere el próximo blog…
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