El diezmo es el reconocimiento de la autoridad de Dios sobre todas las cosas. Cuando alguien devuelve el diezmo, está de hecho reconociendo que Dios es el Señor, no solo el Señor de su vida, pero también el Señor de todo lo que produce su vida. El significado más profundo del diezmo es que todo (100%) pertenece a Dios.
Cuando Le damos el diezmo (el 10 por cien de todo), es para liberar el 90 por cien que queda para nuestro uso. En otras palabras: todo pertenece a Dios; nosotros Le damos el 10 por cien para que nosotros tengamos el privilegio de utilizar el 90 por cien que queda.
El Señor dijo, “Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y todo lo que en él hay. ¿Acaso he de comer carne de toros, o beber sangre de machos cabríos? Ofrece a Dios sacrificio de acción de gracias, y cumple tus votos al Altísimo; e invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás.” (Salmo 50.12-15)
En otras palabras, Dios nos clarifica que, si Él necesitara dinero, ¡no nos lo pediría porque Él es dueño de todo! Pero si pagamos nuestros votos y Le ofrecemos acción de gracias, entonces Él se alegrará y también nos responderá cuando clamemos a Él en el día de la angustia.
Entre los judíos, el diezmo significa su reconocimiento de la participación de Dios en su productividad. El propósito del diezmo no era consagrar la cosecha, pero ‘des-consagrarla’. Puesto que todo pertenece a Dios hasta la primera porción, el diezmo, se ha ofrecido y aceptado en lugar del todo (100 por cien).
Solo entonces, el hombre podía utilizar el 90% restante para sí mismo. El diezmo representa el primogénito de Dios, Jesucristo, el Hijo del Altísimo, que fue entregado por Dios a la humanidad, para redimirlo para Sí mismo.
Esa es la razón por la que damos los diezmos. Si desea saber más información, lea nuestro librito de diezmistas en línea.
