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Aún era joven, cuando se inició una idea en mi cabeza…
“Nunca me voy a casar”, le decía eso a todo el mundo y nadie entendía la razón, pues, generalmente, las niñas y las jóvenes tienen ese sueño, pero no era mi caso.
Creo que era por los ejemplos…
Pero toda esa mentalidad cambió cuando nací de Dios, y tener un matrimonio feliz se transformó en mi sueño, mi blanco y objetivo.
Estaba de novia con Junior, pero él no quería seguir el mismo camino que yo estaba haciendo. Yo quería a Jesús, y él quería al mundo.
Mi corazón gritó, no aceptó y me decía que después del casamiento cambiaría, pero mi mente y la Palabra de Dios estaban juntas, y decían lo contrario.
Pisé el corazón y me hizo llorar mucho, pero me quedé firme, con los ojos en mi blanco.
Sacrifiqué en las Campañas de Israel, pero también era necesario que actuara…
Decidí dejar a Junior, y di un ultimátum… Jesús o el mundo. Si él escoge a Jesús, estaremos juntos; si escoge al mundo… será momento de decir adiós.
Esta decisión fue dolorosa, pues nunca sabes cuál será la decisión.
Mi cuñada más joven pasó por algo semejante, y el muchacho eligió el mundo (pero no duden, nuestro Dios es fiel y ella ya está siendo bendecida… Después, si ella me deja, les cuento su historia…) Junior decidió cambiar, y hoy estamos juntos, viviendo mi sueño realizado!
No fue fácil, fue sacrificio en todos los sentidos, y en realidad, los sacrificios ahora son diarios, porque casarse es fácil, lo difícil es mantener un matrimonio feliz, pero mi mirada continua en el blanco…
Nanda Bezerra
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