La madre de Ittala Warburton no se sentía bien, pero lo que podría haberse tratado con una visita al médico se convirtió en un acontecimiento trágico que marcó su vida en los años venideros. Aquí comparte su historia.
“Tenía 13 años cuando perdí a mi madre. Sufría de neumonía y su respiración se volvía cada vez más lenta hasta que perdió la capacidad de comer y comenzó a deteriorarse rápidamente. Fue muy triste verla así. En solo dos semanas, ella murió delante mía. ¡Me sentí completamente destrozada!
“No parecía real, especialmente porque su muerte fue completamente evitable. Solo tenía que ir al médico, pero no lo hizo. No fue hasta este punto que me di cuenta de que se sentía deprimida.
“No hizo ningún esfuerzo por mejorar, había pasado por mucho y creo que llegó a un momento donde simplemente se dio por vencida. Ni siquiera mis hermanos y yo fuimos motivación suficiente para que ella siguiera viviendo.
“Su fallecimiento me dejó en un lugar muy oscuro. Sentí que yo tampoco tenía una razón para vivir. Si la persona que se suponía que se preocupaba más por mí se rindió, entonces ¿De qué me servía a mí tratar de seguir viviendo?”
Es comprensible que Italla atravesó un período de profunda tristeza durante ese difícil momento. Pasó el tiempo, pero su mal humor no mejoraba. Se encontró sintiéndose persistentemente triste y sin esperanza. La melancolía se prolongó durante meses, luego años. Perdió interés en las cosas que antes disfrutaba y ya no valía la pena vivir la vida.
“Luchaba contra este sentimiento constantemente. Pensaba que si tenía muchos amigos, sería más feliz, pero no fue así. Empecé a fumar cigarrillos, beber alcohol y salir de fiesta, pero tampoco ayudó.
“Recuerdo que después de irme de fiestas me iba a casa y me sentía más vacía por dentro. Con el paso del tiempo, me aislé mucho y apenas hablaba con nadie en mi casa. Mi autoestima estaba tan baja que a veces no me molestaba en comer o bañarme.
“Viví así unos cinco años, hasta que un día mi prima recibió en su buzón una copia de Noticias de la Ciudad. Ella sabía de mi situación y, después de leer sobre la Iglesia Universal y cómo las personas podían cambiar sus vidas a través de la ayuda espiritual que ofrecían, me invitó a ir allí. En ese momento reconocí que necesitaba ayuda y estaba buscando una solución, así que acepté su invitación.
“La primera vez que fui a la iglesia, sentí que todavía había esperanza de que mi vida pudiera cambiar. Sin embargo, al mismo tiempo me sentía un poco nerviosa ya que todo era nuevo para mí. Cuando escuché que Dios podía estar conmigo y en mí, me pareció irreal. Luché por entender esto. Siempre me había visto como un don nadie, entonces, ¿por qué Dios querría vivir dentro de mí?
“Me tomó aproximadamente dos años antes de que comenzara a tomar las enseñanzas en serio. Una de las cosas contra las que luché fueron las dudas. Me costaba creer que algo bueno pudiera pasar en mi vida. Me resultó difícil cambiar esa mentalidad, pero realmente quería seguir adelante. Vi que otras personas estaban compartiendo testimonios sobre cómo sus vidas estaban cambiando para mejor y yo también quería eso, así que rendirme no era una opción.
“A medida que seguía asistiendo a las reuniones y escuchaba los mensajes, comencé a verme diferente. Un pastor me ayudó a entender que, recibirLo es una promesa de Dios. Todavía era difícil de creer a veces, pero si esto era lo que necesitaba para estar en paz, se convirtió en una prioridad para mí. Fue entonces cuando decidí dar el 100% en practicar lo que estaba escuchando. Una vez que tomé esta decisión, sentí paz dentro de mí y supe que ya no estaba sola. Dios estaba conmigo. Sentí una fuerza interior que nunca antes había tenido. A partir de ese momento, las cosas realmente empezaron a cambiar. Ya no me miraba desde arriba.
“Esta nueva fuerza y la fe tuvieron un efecto directo en mi vida diaria, incluidas mis finanzas. Hubo un momento en que estaba experimentando dificultades en mi trabajo anterior. Había probado de todo para resolver el problema, pero nada parecía funcionar. Participé en un propósito de fe enfocado en mis finanzas y salí de allí fortalecida para empezar a buscar algo mejor. Esto es algo que nunca hubiera hecho antes. Estaba completamente fuera de mi zona de confort porque nunca había tenido problemas con mis finanzas.
“No me resultó fácil encontrar trabajo, como esperaba. De hecho, un mes después de dejar ese trabajo, tuve un contratiempo. La entrevista que esperaba no se concretó. Fue decepcionante, pero esta vez no me derrotó. Anteriormente hubiera estado hecha pedazos, pero esta vez me aferré a mi fe y confié en que Dios haría que todo saliera bien al final, y así fue. Tuve otra entrevista después del contratiempo y en esa vez tuve éxito. Este es solo un ejemplo de las muchas experiencias que he tenido.
“Hoy en día, puedo decir con confianza que estoy libre de todos los traumas del pasado. Ya no tengo baja autoestima, inseguridades ni la necesidad de depender de sustancias para ser feliz. En comparación con antes, soy una persona completamente diferente. Ya no caigo en largos episodios de profunda tristeza ni me revuelco en el pasado como antes.
“Me siento feliz, me siento realizada, siento paz y siento que puedo superar cualquier obstáculo porque no estoy sola. Dios está conmigo, Él me ayuda, Él me fortalece.” – Italla Warburton