la armadura de Dios, un Hombre de Dios,
“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz; en todo, tomando el escudo de la fe con el que podréis apagar todos los dardos encendidos del maligno. Tomad también el yelmo de la salvacion, y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. Con toda oración y súplica orad en todo tiempo en el Espíritu, y así, velad con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y orad por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que al proclamarlo hable con denuedo, como debo hablar.” (Efesios 6:13-20)
Queridas amigas, Me gustaría compartir con vosotras un mensaje que he guardado en mi interior durante un tiempo. La esposa de un soldado de fe sustenta a toda su familia. Incluso, durante su ausencia, ella es capaz de criar a sus hijos, cuidar de sus finanzas, de ella misma, de su casa, de la iglesia y por último de preparar y educar a sus compañeras.
Ella debería ser capaz de llevar a cabo las obligaciones de ambos (marido y mujer) si fuera necesario, sin ser autoritaria ni sin reemplazar el puesto del marido; tener el mismo corage que él tiene cuando va al campo de batalla y estar a su lado.
El confía en ella como compañera de batalla, su compañera fiel. Hace quince años aproximadamente, estábamos en una misión en Namibia, África y todo era nuevo para nosotros- las costumbres, el idioma y la cultura.
Mi marido, mis hijas y yo, junto con dos parejas más, fuimos enviados para dar a conocer la obra del UCKG en ese país. Y al principio de toda obra nueva, Dios exige un líder. (soldado).
Sabiendo eso, mi marido siempre ha sido un hombre de Dios que ha puesto su amor y fe en todo lo hace. Y así, comenzamos las reuniones en el garaje de la casa de una señora encantadora que nos ofreció un espacio.
Fue el principio de muchas dificultades, pero la obra estaba desarrollando mucho. Entonces, un día, mi marido y sus compañeros tuvieron que irse, y cuando estaban de regreso a casa…
(Continuará…)
Claudia de Brito
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