“Dios está demasiado ocupado para preocuparse por mí”. “Es probable que Dios priorice a aquellos que tienen mayores problemas que yo”. “A Dios no le preocupa lo que está pasando en mi vida”. “Dios ya sabe lo que voy a decir, así que no necesito orar”. “Dios no me escucha”. “No merezco la atención de Dios”. ¿Se identifica con alguno de estos pensamientos?

Quizás, la razón de que alguien piense así puede ser por la falta de comprensión de la Palabra de Dios. Pero el hecho es que Dios no está lejos de usted y no rechaza a los que son sinceros.

 La grandeza de Dios no le impide preocuparse por nosotros ni estar presente en todo momento, incluso en los asuntos más pequeños que se pasan por alto. Esta es la diferencia entre nosotros y Dios, tendemos a preocuparnos por cosas grandes e importantes y despreciamos las pequeñas, porque estamos limitados en nuestro tiempo y capacidad de pago, de concentración y solo podemos hacer una o dos cosas a la vez.

 Dios no está sujeto al tiempo, como nosotros (está fuera del tiempo, porque existe en la eternidad). Puede ocupar todos los lugares al mismo tiempo y hacer todo lo que tiene que hacer sin que eso le quite Su energía.

Dios también conoce nuestros pensamientos más íntimos, Él sabe por lo que estamos pasando y lo que vamos a decir incluso antes de que abramos la boca.

 El deseo de Dios es escucharle hablar. Aun sabiendo lo que usted necesita, Él nos dice en la Biblia que debemos pedir. Es como un padre que sabe por lo que está pasando su hijo, pero quiere escuchar su voz.

 Está escrito: “E invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás.” (Salmos 50:15)

 Separe un tiempo durante su día para hablar con Dios, estamos seguros que Él no solo quiere escucharle sino responderle.

 Otra forma de desarrollar su relación con Dios es participando en los 21 días del Ayuno de Daniel.