El uniforme de Naamán

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El uniforme de Naamán

“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado el SEÑOR salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso.” 2 Reyes 5:1

Una de las razones por las cuales muchas personas no reciben la plenitud del Espíritu Santo se debe al hecho de no querer despojarse de su orgullo. La persona no puede recibir el Espíritu de Dios mientras esté llena de sí, pensando que sabe algo, que sabe más que el pastor. Nosotros somos míseros pecadores, indignos incluso de pronunciar el nombre del Altísimo. Nadie debe llegar a la presencia de Dios trayendo su diploma, sus conocimientos, su sabiduría terrena, sus experiencias en este mundo.

Naamán era así, un comandante renombrado, héroe de guerra, pero su uniforme repleto de medallas cubría un cuerpo leproso.

Cuídese, mi amigo, para no ser espiritualmente así, vestido de un “uniforme cristiano”, conocedor de la palabra (letra), que cubre la lepra del orgullo, de la prepotencia, de la altivez, de la presunción, del egoísmo.

“Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre del SEÑOR su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra.” 2 Reyes 5:11

Así existen personas que le quieren enseñar al pastor acerca de cómo debe actuar.

“Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.” 2 Reyes 5:12

Así también existen personas que, debido al orgullo en sus corazones, no quieren renunciar a lo que son, y a lo que aprendieron en este mundo, para someterse a lo que es determinado por el Espíritu a través de los hombres de Dios que dan la vida para verlas transformadas. De esa forma, jamás recibirán la cura de su alma.

Naamán solo recibió la cura cuando se sometió a la Dirección Divina del hombre de Dios.

La revelación del Espíritu de la fe solo puede manifestarse a los humildes de espíritu.

“… Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.” Mateo 11:25

Desnúdese del uniforme de la soberbia, renuncie a todo lo que es, a todo lo que posee, sea humilde delante de Dios, pídale a Él que quiebre su orgullo; descienda a las aguas del Espíritu y reciba la cura de su alma. Es eso lo que Dios espera de usted.

¡Dios los bendiga!

Bishop Edir Macedo
www.bispomacedo.com.br/es

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