La Palabra de Dios, para agradar a Dios, víctima de injusticia,
Abel y Caín eran hijos de los mismos padres. Podríamos decir que las oportunidades fueron iguales para ambos.
Este versículo explica bien la diferencia entre los dos: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.” (Génesis 4:7)
Abel, con certeza, hacía lo que era correcto. Vivía en la disciplina y tenía fe para agradar a Dios. En el versículo anterior, el Propio Dios, viendo que tan mal estaba Caín, lo buscó para mostrarle que el problema estaba en su interior. Quizás él pensaba que estaba haciendo todo correctamente y, aun así, Dios no Se agradaba de él.
¿Cuántos religiosos viven este dilema? Están en la iglesia y piensan que a los ojos humanos están cumpliendo sus obligaciones, esforzándose al máximo para presentarse irreprensibles. Pero el problema está en el interior, donde Dios escudriña, donde no hay engaño, donde Dios conoce perfectamente.
De nada sirvió que Dios hablara con Caín. Cuántas veces la persona oye la Palabra e incluso considera que Dios estaba usando al pastor para hablar con ella, sin embargo, sale de allí y sigue de la misma manera o incluso peor, como sucedió con Caín.
“Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.” (Génesis 4:8)
Caín era el hermano mayor, estaba indignado, pues se consideraba víctima de injusticia. Quizás este pensamiento dominaba su mente: “¡No es justo tratar a Abel de esa forma! Yo soy el mayor, eso es falta de consideración, ¡yo merezco respeto!”
¿Cuántos hermanos mayores existen dentro de la iglesia? En vez de dar buen testimonio, de mostrar a los menores que es por la fe que se vive, están matando con sus actitudes, palabras y decisiones a los más jóvenes, que acaban contaminándose con el veneno de la religiosidad.
Caín, por ser el mayor, llevó a Abel a su campo. Logró llevarlo al campo de la envidia, de los celos, del desorden y, por fin, de la muerte. Tenemos que tener cuidado, ¡no importa con quién estamos lidiando! Puede ser el más experimentado, el más antiguo, pero si sus ideas no están de acuerdo con la Palabra de Dios, si no vienen acompañadas de la fe Bíblica, si es necesario, sea ignorante, pero jamás deje el campo de la disciplina, de la fe en la Palabra de Dios, pues eso puede llevar a la muerte.
Obispo Edir Macedo
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