Un estudio de 2021 hecho por la Universidad de Lancaster muestra que los hombres son más propensos a experimentar sentimientos de ansiedad y tristeza después de la ruptura de una relación que las mujeres, y muchos de ellos recurren al alcohol, las drogas u otras sustancias. Jason Clarke no fue la excepción. Después de la ruptura de una relación de 10 años con la madre de su primera hija, recurrió a las fiestas excesivas y a las aventuras de una noche para aliviar el dolor. Sin embargo, cuanto más profundizaba en estos hábitos, peor se sentía.
“Antes de la ruptura, no disfrutaba estar en casa porque discutíamos durante horas y nuestras peleas a menudo se convertían en altercados físicos. Me iba a la casa de mi madre para aclarar mi mente y hacía viajes furtivos a la discoteca. Esto se convirtió en mi escape, dejaba a mi ex prometida con mi hija pequeña durante días, a veces incluso semanas, mientras yo estaba ahogando mis penas, emborrachándome y teniendo aventuras de una noche.
“Al principio, me sentía increíblemente culpable. Pensaba en mi hija y no podía soportar la idea de decepcionarla, pero seguía haciendo lo mismo.
“Me encantaba la sensación de coquetear con diferentes mujeres y olvidarme de los problemas aunque fuera por un rato. En el club estaba rodeado de amigos, zumbando bajo la influencia del alcohol. Bailaba con muchas mujeres, lo que aumentó mi confianza. Pero cuando cruzaba las puertas de mi casa a altas horas de la noche, me recibían con una cara de mal humor y campoñada de una discusión.
“Una noche, bajo los efectos de varias drogas y alcohol, la amenacé con dejarla para siempre. Su respuesta fue quitarse el anillo de compromiso y arrojármelo. Mi sangre comenzó a hervir y después de lanzarle un par de insultos más, corrí al dormitorio y comencé a empacar una pequeña bolsa.
“Por una fracción de segundo, mi mente se debatía entre quedarme y luchar por mi familia o romper con ella para siempre. Al final, decidí irme. Fue entonces cuando se desató el infierno.”
A raíz de la ruptura, Jason se desplomó en un abismo tumultuoso. Perdió el respeto por las mujeres y pasaba de una relación a otra. Jason se involucró más en las drogas y en las fiestas. “Luchaba contra los pensamientos angustiosos de que estaba cometiendo un gran error al dejar a mi familia. Sin embargo, en unas semanas después, tenía una nueva dama a mi lado. Esta relación no tardó mucho en desmoronarse. Peleábamos mucho, igual que en mi relación anterior y cuando se quedó embarazada me asusté. No quería traer a otro niño a este ambiente.
“Un amigo mío que vio que no estaba contento, me invitó a asistir a una reunión en la Iglesia Universal. Pensó que podría darme algún tipo de claridad o al menos alguna dirección. No tenía nada que perder, así que asistí.
“Lo que quedó en mi mente de la reunión fue que la felicidad que estaba buscando se podía lograr. ‘¿Cómo?’, me pregunté. Cargaba con tantas cosas de mi pasado que parecía demasiado bueno como para ser verdad pero algo en mi interior albergaba la esperanza de empezar de nuevo. Seguí asistiendo a las reuniones.
“Esperaba que Dios viera mi sufrimiento y, como por arte de magia, hiciera que todo desapareciera. Tenía esta noción de que las madres de mis hijos tenían una gran parte de culpa en mi miseria. Como estaba aprendiendo acerca de olvidar y perdonar, pensé que ellas tenían la culpa ya que me impulsaron a hacer lo que hice… ¡que equivocado estaba! Cuanto más iba a la iglesia, era como si tuviera un espejo de frente y me veía a mí mismo por lo que realmente era. El que necesitaba pedir perdón era yo. Yo era el que necesitaba reconstruirme.
“Me costó bastante llegar a donde estoy hoy. Tuve asesorías individuales con los pastores, tuve que admitir que necesitaba ayuda, participé en las reuniones de oración (siempre me sentía mejor después), realmente ponía en práctica las cosas que escuchaba, lo que casi siempre significaba hacer lo contrario de lo que sentía. Eso fue difícil. Pero de todas las diferentes reuniones y el apoyo que me brindó la Iglesia Universal, diría que lo que realmente me ayudó más fueron las reuniones de la Terapia del Amor.
“Una de las cosas que aprendí allí fue que, todas mis fiestas y mis mujeres eran en realidad una señal de lo débil e inseguro que era. No tenía dominio propio. Los mensajes me ayudaron a reconstruir mi confianza y me enseñaron a valorarme. Cuando conocí a Sara, yo era un hombre completamente diferente. Ya no era esa persona que encuentra saliendo de las discotecas borracho con una mujer diferente cada noche.”
Jason y Sara comenzaron su relación con una amistad. Su interés común facilitó que las cosas florecieran naturalmente. “Sabía que algún día me casaría con ella. Esta vez, hice las cosas completamente diferentes. Llevamos cinco años casados y vivimos una vida pacífica juntos. Cuando surgen desacuerdos, he aprendido a resolverlos con calma. La terapia del amor ha jugado un papel muy importante en la restauración de mi vida amorosa. Mirando hacia atrás, veo lo terrible que era como hombre, pero si pude reconstruir mi vida, ¡creo que cualquiera que esté realmente dispuesto también puede hacerlo!”
Jason Clarke