¿Recuerda la primera vez que vino a la Iglesia Universal del Reino de Dios? Estoy seguro que sí. Y también estoy muy seguro de que lo primero que notó cuando participó en una reunión fue el ALTAR.
Vimos al pastor en el altar y, mientras predicaba la palabra de Dios con convicción y fe, aprendimos que este no era un lugar cualquiera, sino el lugar desde donde Dios nos guía en la vida. Consideramos un privilegio incluso que se nos permitiera subir al altar a orar, y de sacrificio en sacrificio en este lugar santo, vimos que nada era imposible para nosotros.
“Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero,”. Apocalipsis 22: 1
El altar es una representación del lugar de donde fluye la dirección de Dios y sobre todo, donde está presente su Espíritu. ¿Por qué? Porque siempre que hay un sacrificio perfecto en el altar, también está el Espíritu de Dios.
El Señor Jesús fue el sacrificio perfecto en el altar natural del Gólgota, y fue después de esto, que el Espíritu Santo descendió sobre las vidas de todos aquellos que desarrollan esta misma relación con el altar, una de entrega completa y total.
La pregunta es: ¿Cómo es su relación con el altar?
No cabe duda de que para quienes abrazan el altar y el sacrificio que éste pide, también recibirán el agua pura del río de la vida.
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