Este es el secreto revelado por todos aquellos que cambiaron sus vidas: el cambio de una mentalidad débil y defectuosa por una fuerte y asertiva.
Estamos formados por el cuerpo, alma (la fuente de los sentimientos) y espíritu (el intelecto, la habilidad de pensar).
Es el espíritu de la persona que determina la manera en la que su vida esta dirigida y refleja si una persona tiene buenas intenciones o no, si es sincera o falsa, ya sea que esté abatido y desanimado o confiado y feroz.
Probablemente por eso muchos buscan consejos o discursos motivacionales como un incentivo para hacer algo capaz de cambiar sus vidas.
Independientemente de cuál sea el problema, ya sea el área financiera que no avanza, el matrimonio que pende de un hilo, el hijo que tan solo da angustia, la salud que va de mal en peor, muchas personas quieren cambiar su vida. Sin embargo, el ser humano tiende a esperar por un ‘superhéroe’ para rescatarlos de la lamentable situación y llevarlos al punto más alto de logro y seguridad.
La persona sufre y espera una respuesta, pero no piensa; ‘Yo soy el que tiene que hacer mi cambio’, porque eso requiere un cambio de mentalidad.
Hubo un tiempo en que todo el pueblo de Israel estaba escondido en cuevas, temían a sus enemigos y, por más que querían algo diferente, se rindieron a la situación y esperaron que algo sucediera. Hasta que alguien diferente llamó la atención de Dios: el más pequeño de la familia más pobre – Gedeón.
Cuando el ángel le habló, Gedeón tenía la queja en la punta de la lengua, pero cuando el ángel le dijo ‘ve, haz algo, yo estoy contigo’, no tuvo una respuesta para eso, sino una excusa. Quería una solución, pero quería que viniera de otro lado y eso es propio de los seres humanos.
Gedeón tuvo la fuerza necesaria para librar a Israel de las manos de los Madianitas, pero sólo pensó en la opresión de los enemigos, su inferioridad y su incapacidad ante la situación. Entonces, antes de cambiar la condición en la que se encontraba Israel, necesitaba cambiar su mentalidad.
Hasta hoy, sólo hay una verdad: cuando cambiamos nuestro espíritu por el Espíritu de Dios, es decir, cuando cambiamos nuestros pensamientos humanos por Sus pensamientos, nuestras actitudes cambian y, en consecuencia, también nuestras vidas.
El Espíritu Santo no es una teoría, y solo saber de Su existencia no es suficiente. Al recibirlo, es posible cambiar el espíritu abatido, asustado, deprimido, dudoso, débil, orgulloso, enojado o vengativo, por el alegre, bondadoso, confiado, valiente, fuerte, justo y recto. Es este intercambio, realizado después de una entrega sincera en el Altar, el que transforma a la gente común en verdaderos vencedores.