El 9 de julio de 2022, la Iglesia Universal celebrará 45 años. Durante este tiempo, los hombres y mujeres de Dios han tenido que superar las barreras del idioma y la cultura para lograr ganar almas para el Reino de Dios. Gracias a los que se animaron a hacerlo, la Iglesia Universal está establecida en 142 países.
En los últimos meses, la invasión rusa de Ucrania ha sacudido al mundo. En este momento de dificultad, los voluntarios de la Iglesia Universal dieron un paso adelante brindando apoyo social y espiritual a ciudadanos y refugiados.
Pastores y voluntarios valientes de diferentes partes de Europa se movilizaron para recolectar y enviar provisiones. Así, la ayuda llegó a Ucrania y también a los principales países receptores de refugiados: Moldavia, Rumanía y Polonia.
También hubo muchos momentos felices el año pasado, como la apertura de iglesias y el lanzamiento de proyectos nuevos.
Pero los logros no vienen sin mucho esfuerzo y trabajo duro. Por ejemplo, después de 12 años trabajando en los Emiratos Árabes Unidos, fue recientemente, en junio de 2022, que el grupo de los jóvenes comenzó a operar en esta región del Medio Oriente. El calor del desierto tampoco detiene la obra de la salvación.
También se abrieron nuevas iglesias en varios continentes: Florida y Alabama, en Estados Unidos; en Mozambique, el continente africano; en la ciudad de Toyota en Japón; en Panamá y Paraguay.
También llegamos a las islas Fiji, en Oceanía. La Iglesia Universal ha estado en Fiji desde 2012 y tiene tres templos y un centro que opera mensualmente.
El coraje no es un ingrediente nuevo en el camino de la fe de la Iglesia Universal. Fue fundamental, sobre todo en sus inicios. Después de todo, un joven Edir Macedo decidió iniciarlo cuando escuchó que su hija menor, Viviane, había nacido con el labio hendido, lo que le causó muchos problemas de salud. La historia está en el libro ‘Nada que perder 1’.
“Mi siguiente paso fue renunciar a la lotería. Una vez más sintiendo esa incertidumbre y miedo. Amigos y parientes insistieron en deshacerme de esa idea, argumentando que era un término medio entre la certeza y la duda. Discutían que debía tener paciencia, que era mejor esperar a que todo se calmara y no perder la estabilidad laboral, ya que también teníamos embargado el apartamento de mi madre y una hija pequeña que dependía de un tratamiento médico, pagado por el ministerio de sanidad del Estado.
Me tapé los oídos y tomé la decisión yo mismo. Ni siquiera Esther supo el momento exacto en que renuncié. Actué solo. El valor para hacerlo no provino de mí, sino de la guía y la fuerza del Espíritu Santo. Estaba en deuda con mi palabra. Le recordé a Dios mi promesa y cumplí Su promesa. Era pura fe, sin emoción.
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