amar a Dios, los días de hoy, todo está normal,
Viví algunos años de mi infancia en la tranquila y pequeña ciudad de Ibiá, en el interior del estado brasileño de Minas Gerais. Nuestra casa tenía un patio nada convencional para los días de hoy, era enorme. Tenía algunos árboles frutales y demás flores que llenaban nuestros ojos de belleza.
Yo me quedaba horas en el jardín admirando las hermosas mariposas, las mariquitas, el brillante camino de las babosas y su movimiento lento.
Otro de los atractivos de ese lugar fueron los hormigueros. Mis ojos se quedaban fijos en las idas y venidas incasables de aquellos pequeños seres. Cuando conocí las Escrituras Sagradas y descubrí que en ellas había una recomendación de aprendizaje con las hormigas, me acordé de lo mucho que había vivido con el camino de ellas.
¡Pero ese patio enorme no me proporcionaba apenas diversión! Algunas veces nos asustábamos con la aparición de serpientes, ciempiés y alacranes. Pero nada me dio más placer que jugar con las cigarras.
Pienso que los moradores de las grandes ciudades no conocen ese insecto, salvo si buscan en internet. Es probable que si al escuchar el sonido estridente producido por ellos, se incomoden.
Me gustaba mucho las cigarras, y a veces, yo iba silenciosamente acercándome de alguna y la sujetaba por las alas. Me quedaba con ella por algunos minutos para admirarla más de cerca y en seguida la liberaba, sin herirla (no sé lo que ellas dirían acerca de eso, jeje).
En mi exploración de la naturaleza descubrí tanta cosa que es imposible no recordar y compararlo con la vida, por esa razón, la historia de las cigarras me inspiró a escribir hoy.
Las cigarras macho usaban de su sinfonía para atraer las hembras, pero también para anunciar el verano y las lluvias al campesino. Ellas cantan lo más fuerte que pueden, hasta morir. Pero lo que me intrigaba era descubrir que algunas, al morir, continuaban con su caparazón agarrado, como si nada hubiera pasado. Aparentemente estaban perfectas, hasta que al tocarlas percibíamos que estaban completamente secas.
Y existen personas así también: trabajan, estudian, compran, van a la iglesia, pagan sus impuestos etc., aparentemente todo está normal, pero su interior está completamente seco y sin sensibilidad a la vida.
Poco a poco, ellas se transforman en personas egoístas, mirando apenas a si mismas. Corren por sus necesidades y poco les importa si existe a su lado alguien sufriendo. Poseen corazón frio, incapaces de llorar de arrepentimiento cuando hieren a alguien. ¡Imagine como deben relacionarse con Dios que es invisible!
Están preocupadas en mantener el “caparazón”, o sea, la apariencia y, para ello, son capaces de mentir, trapacear y traicionar.
Valores y principios hacen parte del pasado de ellas, pues en el presente lo que les importa es salirse con la suya y hacer sus propias voluntades.
Personas muertas pierden lo que da mayor valor a la existencia: amar a Dios de todo el corazón, de toda el alma y de todo el entendimiento. Mt 22:35
Camine por las rutas de su alma, y si usted logra percibir que a lo largo de los años los cambios que acontecieron en su interior crearon una vida de ilusión y que hoy ni usted identifica su propia esencia y su propósito original, ¡aun hay como cambiar esa situación!
El Señor Jesús declaró repetidas veces una profunda Verdad, diciendo a las iglesias del libro del Apocalipsis su real condición: “Yo conozco”. Él conoce a todos, más de lo que conocimos de nosotros mismos.
Nada Le puede dar mayor disgusto que aquella persona que vive de manera superficial y fingida. Por esa razón, Él dijo que Le causa nauseas al punto de vomitar a personas que son así. O sea, si hasta el Proprio Dios tiene dificultad en tener comunión con ellas, mucho más la gente. Esas personas si no cambiaren se van a quedar solas.
Por lo tanto, si usted camina en dirección a la vida de fachada, aún hay tiempo para cambiar. Se arrepienta y descubra la alegría de una vida de verdad en todos los sentidos.
¡Un beso y hasta la próxima!
Cristiane Cardoso
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