puerta del cielo, una clara demostración,
¿Ya vio la dificultad que tiene un obeso para atravesar un molinete? ¿Y el descontento vivido al compartir el asiento del avión, del tren o del ómnibus? La situación es incomoda para ambos, naturalmente. El obeso se contrae al máximo para no molestar al acompañante. Este, a su vez, no puede hacer nada sino soportar hasta el final del viaje. De cualquier forma, es triste ver el malestar de los otros. El sentimiento de pesar toca a todos los que lo ven.
Imagino la entrada por la estrecha puerta del cielo. Su medida exacta no permite el paso de más de una persona. Ni con el hijo en brazos pasa. La puerta es muy estrecha. Eso impide que los obesos espirituales entren. A pesar de que no hay molinetes, los gordos de orgullo quedarán afuera. No podrán reclamar, ni lamentar que quedaron afuera. Al final de cuentas, tuvieron tiempo de ejercitar la fe y despojarse del peso del orgullo y de la hipocresía. No quisieron. Prefirieron mantener la postura exterior. En el fondo, sabían de los riesgos de muerte eterna si no fuesen humildes como niños.
De los males a la salud espiritual el orgullo es el mas letal. Creer ser superior o más espiritual que los demás es una clara demostración de una falencia de la fe.
“Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:2-3).
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