ejército de Dios, el Nombre de Dios, hombre de Dios,
El hombre de Dios hace crecer su trabajo dando la vida por las ovejas, haciendo las reuniones y ATENDIENDO AL PUEBLO.
Es conociendo al pueblo que el pastor va a saber cuál es el nivel espiritual de su iglesia, cuáles son las necesidades que las personas tienen y así podrá entender el dolor de cada uno.
Es haciendo el mayor número de reuniones y atendiendo al pueblo que el hombre de Dios va dando el ejemplo a los discípulos que está formando.
El Señor Jesús dice que: Del tesoro de nuestros corazones sacamos cosas viejas y cosas nuevas. Mateo 12:35 Las cosas viejas son lo que aprendemos desde el comienzo, y las cosas nuevas las tenemos que implantar, de acuerdo con la necesidad del lugar en el que estamos trabajando.
En el tiempo de Abraham había 318 hombres nacidos en su casa; En el tiempo de Gedeón había 300 valientes; En el tiempo de David había 400 soldados; En el tiempo de Jesús había 11 soldados.
Eran hombres especiales porque dieron sus vidas por un ideal de Dios. Hoy, el Señor Dios está formando un Nuevo Ejército, y para ser parte de ese ejército, cada persona tiene que ser especial. Tiene que tener carácter.
En el pasado, el ejército de Dios estaba formado por hombres que decidían hacer exclusivamente la voluntad de Dios.
Los hombres del ejército de Dios renuncian a la gloria de este mundo, no buscan elogios y no tienen la ilusión de poseer el confort de las cosas materiales. Son esclavos del Señor y su placer es servir a Aquel que los reclutó. La gloria del hombre de Dios es servir a su Señor.
A causa de esa vida entregada y dedicada, el hombre de Dios tiene la autoridad Divina. Todo se sujeta a él, y la Palabra en su boca hace que sucedan cosas sobrenaturales.
Las dificultades encontradas en el lugar donde él trabaja son vistas como oportunidades para escribir un capítulo más de victoria en su ministerio.
El hombre de Dios es obstinado por ganar almas, y su obstinación es lo que provoca el crecimiento de su trabajo. No se queda parado mirando lo que no tiene, al contrario, él trabaja con el Nombre de Dios, la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios, y, por esa razón, su trabajo crece y florece en cualquier lugar.
No es su apariencia o su vestimenta lo que lo identifica como hombre de Dios, porque Dios no ve el exterior.
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