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Orgullo- la peculiaridad del enemigo

De la misma forma, su propia gloria, transformación de vidas,

bp-m-in-pic“Pero Él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” Santiago 4:6

El orgullo es algo que Dios jamás tolera en un ser humano, pues Él es la esencia de la humildad; en Él nunca hubo, hay o habrá ninguna práctica semejante, porque esa característica es una peculiaridad del Su archienemigo – el diablo.

El universo de la fe camina a contramano del mundo secular. Mientras las personas trabajan incansablemente para alcanzar su propia gloria – contando con los elogios concedidos por los hombres, los cuales les proporcionan mucho orgullo – los que son de Dios trabajan para que la gloria y las alabanzas sean dadas al Único que es digno de recibirlos – Jesús.

Desde el punto de vista cristiano, el orgullo es nocivo para nuestra espiritualidad. Es como el HIV, que entra en la sangre, normalmente, en el momento de placer, del clímax sexual. Cuando el compañero se está deleitando en el cuerpo de su compañera, portadora del virus, jamás siente los bichitos de la muerte penetrando en su organismo, alojándose hasta el momento adecuado de manifestarse, para destruirlo completamente.

De la misma forma sucede con el droga dependiente. En el momento en el que la aguja contaminada está inyectando el líquido del placer en su sangre, el virus aprovecha  el viaje y penetra en el organismo, causando el fin trágico de una vida.

Es muy difícil hablar sobre el orgullo sin recordar (no criticando; sino tomándolo como aprendizaje, para que no cometamos los mismos errores) a hombres que estuvieron con nosotros – y Dios, por medio de ellos, operó muchos milagros, como la cura y la liberación – pero se olvidaron de que eran solo instrumentos en las manos del Médico de los médicos.

¿Ya vio a alguien que pasó por una cirugía exitosa elogiar al bisturí? ¿O a la pinza utilizada en el procedimiento? Normalmente, se elogia al cirujano, y no a los instrumentos, ¿no es verdad?

Nosotros, obreros, pastores, esposas y obispos no pasamos de ser un bisturí, que debe estar bien afilado y esterilizado para ser usado. Caso contrario, seremos sustituidos por otro que esté apto para la cirugía espiritual de transformación de vidas.

Que Dios tenga misericordia de nosotros y siempre nos haga recordar que somos nada más que un instrumento en Sus manos.

Que Dios los bendiga.

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