Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Mateo 9:37-38)

 Jesús dijo estas palabras cuando la población en la tierra era mucho más pequeña. Los que fueron llamados por Dios en aquel tiempo para salir al mundo y salvar almas, comprendieron la enorme tarea que tenían por delante. También entendieron que esto solo sería posible a través de la guía y la fuerza del Espíritu Santo.

 Hoy, mientras se escribe este mensaje, acabamos de llegar a 8 mil millones de personas en la tierra. Son 8 mil millones de almas, almas que en la mayoría de los casos tienen una eternidad indecisa.

 Jesús nos enseñó a orar para que se enviaran obreros a trabajar en esta mies para mostrar a estas almas que van rumbo a la perdición eterna, que hay una salida a la salvación al lado del Señor Jesús.

 Durante tres años, el Señor Jesús discipuló a quienes lo rodeaban para que pudieran convertirse en obreros de esta gran cosecha, para que incluso después de que Él se hubiera ido físicamente, pudieran continuar Su obra. Y esto es exactamente lo que sucedió. Con un grupo muy pequeño de personas que se convirtieron en hijos de Dios, comenzó una revolución de salvación en este mundo.

 Hoy, Dios sigue buscando obreros para esta cosecha, que se ha multiplicado exponencialmente. Muchos dicen que quieren hacerse obreros en esta excelentísima obra de salvar almas, pero nunca parece ser el momento adecuado para ellos.

Pero si comprendes la importancia de la salvación de tu propia alma y la de las personas que te rodean, entonces debes saber que Dios puede causar la misma revolución de salvación que hizo a través de los primeros discípulos, a través de usted.

 Si quiere ser un trabajador en esta cosecha, hable con su pastor en su Iglesia Universal. No hay mayor alegría que ser un representante del Dios vivo aquí en la tierra.